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Ana María Burdach

Sostiene que ese es precisamente uno de los valores que tiene ser parte de SONAPLES, “que hace un trabajo importante porque siempre incorpora a las universidades, los docentes y académicos que trabajan en el área de la enseñanza del inglés para que den a conocer lo que ellos hacen”.

Ana María Burdach (Foto Universidad de Chile).jpeg

Ana María Burdach y su mensaje a los nuevos profesores: “Trabajen siempre en equipo y sigan siempre actualizándose”

Había llorado todo el trayecto en tren desde Concepción hasta Santiago porque el magíster en Lingüística que iba a cursar en la Universidad de Reading, en Inglaterra, la iba a separar por un largo período de su hija, en ese entonces de cinco años. Y es que Ana María Burdach se había quedado con la imagen de la niña tomada de la mano de su abuela mientras el convoy se alejaba de la estación. 

Tanta fue su pena que cuando estaba a punto de poner un pie en el avión le dijo tajante a su marido: “¡No puedo!”. Y él, que siempre la apoyó en todo, le dio una respuesta que la hizo entrar en razón: “Me dijo mira, usa la cabeza y no el corazón”. 

“Con eso él me dio el empujón para hacerlo, pero muchas veces en Inglaterra, cuando estaba en la biblioteca, escuchaba pasar los aviones que iban y venían del aeropuerto de Gatwick y la mitad de mi corazón se iba vuelta a Chile, pero seguí”, recuerda. 

Eran los albores de la década de 1980,  tiempos en los que todavía no habían vuelos regulares hacia la capital del Bío Bío, ni tampoco existía la posibilidad de cursar magísteres o  doctorados en Chile, por lo que la única posibilidad que tenían los profesionales para perfeccionarse era la obtención de becas para estudiar en el extranjero.  

“Fue un año difícil emocionalmente hablando, porque no era como es hoy día, donde gracias a las videollamadas las mamás pueden seguir presentes.  En mi caso, yo estaba ausente y la única forma de mantener el contacto con mi hija era a través de la grabación de casetes para que ella escuchara mi voz. Yo me emocionaba mucho también cuando oía a mi niña de cinco años decirme ‘mamá, yo te quiero de aquí hasta allá’. Me daba cuenta que ella extendía sus brazos, y ese imaginario que uno tiene de la extensión del ‘aquí hasta allá’ era una cosa que me llegaba al fondo del alma”. 

Ana María guarda como un tesoro todos esos casetes que la transportan a esa época difícil en lo familiar, pero muy significativa en términos profesionales, porque la Universidad de Reading estaba en ese entonces a la vanguardia de la Lingüística y la Lingüística aplicada.

Fue una experiencia, dice, “que me abrió muchas más puertas de las que yo habría esperado. El respeto de mis pares y mis alumnos, y el aprecio por el conocimiento que una trae, hace muy bien en lo personal, a los estudiantes y al medio que a una la rodea, ya que facilita la tarea de hacer investigación”.

Para entender el amor de Ana María por la enseñanza hay que remontarse a su infancia en Puerto Montt, donde creció en una familia que se caracterizaba por la vocación de servicio público: los hombres ligados al mundo de la medicina y las mujeres al de la educación, como profesoras en distintas comunas de la zona.

“Desde niña me gustaban los idiomas. Estudié en el Colegio Alemán de Osorno, que era bilingüe y que es el colegio alemán más antiguo de Chile. Pero me gustaba tanto el inglés que ahí tomé un curso que dictaba una profesora que todos queríamos mucho. Era tan activa con sus alumnos que nosotros un día a la semana íbamos voluntariamente a una clase en la tarde para hablar y hacer juegos en inglés. Ella era realmente extraordinaria.  Siempre hay profesores que a una la marcan y creo que esa fue una de las razones por las que entré a estudiar Pedagogía en la Universidad de Concepción, porque siempre he tenido vocación de servicio y me ha gustado enseñar”. 

Fue así como en 1972 se convirtió en profesora de inglés y comenzó a desarrollar una carrera que continuó fortaleciendo con un doctorado en Filología Hispánica en la Universidad de Valladolid, el año 1999. A diferencia de lo que vivió con su magíster en Inglaterra, a España debió viajar dos veces, con estadías más breves, la última para defender su tesis. 

“Yo partí con mucha especialización, me gustaba mucho la enseñanza del vocabulario, empecé a trabajar mucho en su aplicación, en las maneras de enseñarlo, metodologías nuevas, en fin. Estaba de moda en ese tiempo el análisis componencial y la enseñanza del léxico en lingüística aplicada. Después me empecé a mover hacia el área de la fonética, luego hacia la literatura y desde ahí hacia el análisis del discurso, que ha sido mi línea de trabajo por muchos años y es lo que hago el día de hoy”.

Compartir conocimiento

Todo ese proceso de investigación es el que la llevó a convertirse primero en socia de SONAPLES, luego a integrar la directiva, e incluso a presidir nuestra institución el año 2000. 

“Cuando volví de Inglaterra y empecé a hacer mi investigación asistí a congresos y encuentros de SONAPLES. Ahí empecé a conocer a otros colegas de otras universidades, de regiones y de la capital. Así, de a poco, se me consideró para ser parte de la directiva y en algún momento fui también presidenta. Se hace un trabajo importante porque la institución siempre incorpora a las universidades, los docentes y académicos que trabajan en el área de la enseñanza del inglés para que den a conocer lo que ellos hacen, y trae además a personas expertas desde el extranjero para que también compartan su conocimiento, lo que ha sido realmente muy enriquecedor”. 

Ana María está dedicada hoy día a impartir clases de pre y postgrado en la Universidad de Chile y también es parte del proceso de acreditación de carreras universitarias a través del Consejo Nacional de Acreditación (CNA). Recientemente dejó de ser parte de la directiva de SONAPLES y ve con optimismo el trabajo que están realizando quienes tomaron el relevo. 

“Yo veo que SONAPLES va creciendo, tiene una cultura muy dinámica que está abriendo sus puertas, que va a tener páginas web más interactivas, con más presencia en las redes sociales y que  se va a posicionar mucho mejor, porque ha integrado a una generación joven que es muy importante y que tenemos que escuchar”, sostiene. 

La importancia del contexto

Si de libros se trata, Ana María Burdach tiene tres favoritos. El primero es “Approaches and Methods in Language Teaching”, de Jack Richards, porque “marcó mucho el pre inicio del método comunicativo en áreas como el análisis del error, que se trabajó con mucha fuerza a través de  materiales y ejercicios para los alumnos”. El segundo es “Communicative Language Teaching”, un texto que se basa en el Marco Común Europeo y que significó la irrupción del método comunicativo que empezó a dejar atrás los sistemas más rígidos y repetitivos. “Se empezó a dar más importancia a la comunicación que a la corrección. Fue algo que le paraba los pelos a los gramáticos, sobre todo a los que estaban más orientados a la enseñanza de la gramática inglesa, porque muchas personas lograban comunicarse, pero con una gramática bastante poco delicada, dijo. Y el tercer libro es “Discourse Analysis”, de Brian Paltridge, que introduce al análisis del discurso.

Estos autores y textos son parte de la base de cómo ella entiende el rol de un profesor y cómo éste debe adaptarse al contexto de sus estudiantes para efectivamente lograr enseñar. 

“Existen muchas formas de dar solución a los problemas que ocurren dentro de la sala de clases, donde hay niños que tienen distintos estilos de aprendizaje y que por lo tanto requieren una metodología de enseñanza de la lengua diferente. Es algo que quien se forma como profesor siempre debe tener en cuenta, porque cada contexto siempre va a ser distinto. No es lo mismo enseñar a alumnos que provienen de sectores vulnerables o que requieren herramientas para una determinada especialidad, como es el caso de los liceos técnicos. Entonces el profesor va a tener que detectar esas necesidades para formar su propia metodología, haciendo quizás un collage de aquello que aprendió en la universidad para enseñarlo dependiendo de cuáles son las problemáticas que se presentan”. 

Lo importante, sostiene, es que los nuevos profesores y profesoras “trabajen siempre en equipo, en colaboración con sus pares, que narren sus propias experiencias y que a partir de ellas logren el mejor método, rescatando lo que le ha resultado también a sus colegas para así integrar saberes”. 

Y no menos importante, enfatiza, es que “sigan siempre actualizándose y no se queden en los laureles. Deben siempre leer y tomar cursos, hacer magísteres, ojalá doctorados, y si no diplomados, pero nunca deben quedarse atrás pensando en que tienen lo último en sus manos. El conocimiento de hoy es muy efímero, está siempre en movimiento, porque si bien hay una base que lo sustenta, siempre se debe ir adecuándose a los cambios que va experimentando el mundo”. 

Por Gabriel Angulo Cáceres

Periodista

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